La ceremonia de despedida del Papa Francisco, celebrada en la Basílica de Santa María la Mayor, se convirtió en un evento monumental que reunió a líderes mundiales y a cientos de miles de fieles. Este funeral, el más imponente desde el de Juan Pablo II, marcó un momento significativo en la historia de la Iglesia católica y dejó un legado que resonará en el futuro. La figura del Papa argentino, conocido por su cercanía con la gente y su enfoque en temas sociales, fue recordada con gran emoción y respeto.
La ceremonia comenzó con la llegada del féretro, una sencilla caja de madera, que fue recibida con aplausos por los asistentes. El cardenal Giovanni Battista Re, de 91 años, presidió los actos, acompañado por otros altos dignatarios de la Iglesia. La homilía, pronunciada en italiano, destacó la vida y el legado del Papa, enfatizando su compromiso con la paz y su atención a los más necesitados. «Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos», afirmó Re, recordando los viajes del Papa a lugares emblemáticos como Lampedusa y la frontera entre México y Estados Unidos, donde mostró su preocupación por los migrantes y las injusticias sociales.
El evento no solo fue un homenaje a la figura del Papa, sino también un reflejo de la unidad y la diversidad del mundo. Más de 100 delegaciones de diferentes países se dieron cita en Roma, incluyendo a 14 reyes y príncipes herederos, 53 jefes de Estado y 15 presidentes de Gobierno. La delegación española fue notable, con la presencia de los Reyes y otros altos funcionarios, aunque el presidente Pedro Sánchez no asistió. Este despliegue de poder y solidaridad fue un testimonio del impacto que Francisco tuvo en la política y la sociedad global.
La ceremonia también fue un momento de encuentro entre líderes que, en ocasiones, han tenido relaciones tensas. Donald Trump y Volodímir Zelenski, por ejemplo, se reunieron brevemente antes de la misa, lo que subraya la relevancia del evento en un contexto internacional marcado por conflictos y tensiones. La presencia de figuras como Emmanuel Macron y el príncipe Guillermo también resaltó la importancia del Papa en el escenario mundial.
A medida que la ceremonia avanzaba, la multitud en la plaza y sus alrededores crecía. Se estima que alrededor de 250,000 personas se congregaron para rendir homenaje al Papa, mientras que otros 150,000 siguieron la ceremonia a través de pantallas gigantes instaladas en varios puntos de Roma. Este fervor popular fue un reflejo del cariño y la admiración que muchos sentían por Francisco, quien dedicó su vida a la promoción de la paz y la justicia social.
El funeral culminó con el entierro del Papa en la Basílica de Santa María la Mayor, un lugar que él mismo había elegido. En un gesto simbólico, los primeros en recibirlo fueron personas vulnerables, incluidos migrantes y refugiados, lo que refleja su compromiso con los más necesitados. La tumba, sencilla pero significativa, lleva la inscripción «FRANCISCUS» y se encuentra entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, junto a un icono de María Salus Populi Romani.
La seguridad en Roma durante el evento fue extraordinaria. Se estableció una «zona roja» en gran parte del área vaticana, con cortes de calles y prohibiciones de estacionamiento. Más de 11,000 efectivos de seguridad fueron desplegados, y el espacio aéreo fue cerrado para garantizar la seguridad de los asistentes. Este despliegue fue necesario para manejar la afluencia masiva de peregrinos y dignatarios, asegurando que el evento transcurriera sin incidentes.
El funeral del Papa Francisco no solo fue un evento religioso, sino también un momento de reflexión sobre su legado y los desafíos que enfrenta la Iglesia católica en el futuro. Con la próxima elección de un nuevo Papa, los cardenales se preparan para un cónclave que determinará la dirección futura de la Iglesia. La figura de Francisco, con su enfoque en la inclusión y la paz, seguirá siendo un referente en los debates sobre el futuro de la Iglesia y su papel en el mundo contemporáneo. Su legado, marcado por la compasión y el compromiso con los más desfavorecidos, perdurará en la memoria colectiva de los fieles y en la historia de la Iglesia católica.