La ciudad de Anchorage, en Alaska, se ha convertido en el escenario de una fuerte movilización social en respuesta a la visita del presidente ruso Vladímir Putin. Este evento, que marca la primera vez que un líder ruso pisa la antigua colonia rusa, ha generado un ambiente de tensión y descontento entre los habitantes locales. Con un número estimado de 500 manifestantes, la protesta se llevó a cabo el 15 de agosto de 2025, coincidiendo con la llegada de Putin para una cumbre con el presidente estadounidense Donald Trump. Los manifestantes, en su mayoría ciudadanos de Alaska, expresaron su rechazo a la visita de Putin, a quien consideran un criminal de guerra. Carteles con lemas como «no queremos criminales de guerra en Alaska» y banderas de Ucrania adornaron la protesta, que se desarrolló en un ambiente festivo pero cargado de indignación.
La manifestante Rachel Coney, una de las voces más destacadas en la protesta, subrayó la importancia de no dar la bienvenida a un líder que enfrenta acusaciones graves a nivel internacional. «Putin es un criminal de guerra y no le deberíamos estar dando bienvenida a nuestro país y mucho menos a Alaska», declaró Coney, reflejando el sentir de muchos en la multitud. La protesta no solo se centró en la figura de Putin, sino que también incluyó críticas hacia Trump, a quien algunos manifestantes acusan de ser cómplice de las acciones de Rusia en Ucrania. «Trump no se merece ningún premio Nobel de la Paz. No tiene el interés de los ucranianos en mente», añadió Coney, enfatizando la percepción de que la administración estadounidense no está actuando de manera efectiva en el conflicto.
La llegada de Putin a Alaska es un evento histórico, ya que representa un acercamiento entre dos naciones que han tenido una relación tensa durante décadas. Antes de su llegada a Anchorage, Putin visitó Magadán, donde se detuvo en un monumento que conmemora la cooperación entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Este gesto ha sido interpretado por algunos como una forma de intentar suavizar las tensiones entre ambos países, aunque muchos en Alaska no están convencidos de que esta visita tenga un impacto positivo en la situación actual.
La historia de Alaska como antigua colonia rusa añade un matiz interesante a la visita de Putin. En 1867, Estados Unidos compró Alaska a Rusia por 7,2 millones de dólares, un acuerdo que ha sido objeto de debate y reflexión a lo largo de los años. La cumbre entre Trump y Putin se llevará a cabo en la base aérea de Elmendorf-Richardson, un lugar estratégico para la defensa estadounidense en el Ártico. Sin embargo, la presencia de Putin ha generado un fuerte rechazo entre los habitantes de Anchorage, quienes se sienten orgullosos de su identidad y de su historia.
La manifestante Marie Allen Lambert expresó su frustración con la situación política actual, afirmando que los habitantes de Alaska no celebrarán la llegada de Putin. «Llevamos protestando desde que Trump comenzó a comportarse como un monarca, pero esta es la concentración más grande que hemos visto hasta ahora», comentó Lambert, destacando la creciente preocupación entre los ciudadanos sobre la dirección que está tomando la política exterior de Estados Unidos. La percepción de que Trump está más alineado con Putin que con los intereses de su propio país ha alimentado el descontento.
A medida que se acerca la cumbre, las expectativas sobre lo que podría resultar de este encuentro son variadas. Trump ha bajado las expectativas, reconociendo que lograr la paz en Ucrania es un desafío mayor de lo que había anticipado. Desde que asumió la presidencia, Trump ha prometido resolver el conflicto en 24 horas, pero la realidad ha demostrado ser mucho más compleja. La situación en Ucrania sigue siendo crítica, con bombardeos continuos y un número creciente de desplazados.
La comunidad de Anchorage, que se siente distante del resto de Estados Unidos, ha tomado una postura firme en contra de la visita de Putin. Muchos consideran que la cumbre es una oportunidad para que Trump demuestre su compromiso con la paz, pero la desconfianza persiste. «Trump lleva tiempo haciéndonos creer que está enfadado con Putin, pero es todo un show, sabemos que piensa como él», afirmó Lambert, reflejando el escepticismo que predomina entre los manifestantes.
La visita de Putin a Alaska no solo es un evento diplomático, sino también un reflejo de las tensiones geopolíticas actuales y de cómo estas afectan a las comunidades locales. La respuesta de Anchorage es un recordatorio de que la política internacional tiene repercusiones en la vida cotidiana de las personas, y que la voz de la ciudadanía es fundamental en la construcción de un futuro más pacífico.