En el corazón de València, el barrio de Ciutat Vella se enfrenta a una crisis de identidad y vivienda. Susa Plaza, una residente de larga data, se ha convertido en el símbolo de la resistencia ante la presión ejercida por fondos de inversión que buscan transformar el vecindario en un espacio más lucrativo. Desde hace tres años, Susa vive en un edificio que ha sido objeto de un proceso de desalojo sistemático, que comenzó en 2021, cuando un fondo de inversión francés adquirió el inmueble y comenzó a extinguir los contratos de alquiler de sus vecinos. Este fenómeno no es aislado, sino parte de una tendencia más amplia que está afectando a muchas comunidades en ciudades de todo el mundo.
La historia de Susa es una de lucha y resistencia. A sus 60 años, ha pasado la mayor parte de su vida en el mismo piso, donde su familia ha echado raíces durante más de un siglo. La vivienda, que ha sido testigo de generaciones, se ha convertido en un campo de batalla entre la tradición y la modernidad, entre la comunidad y el capital. Susa recuerda cómo su abuela llegó a València en los años 20, y cómo su familia ha mantenido viva la historia de su hogar a través de los años. Sin embargo, la llegada de un nuevo propietario ha puesto en peligro no solo su hogar, sino también su forma de vida.
La situación se volvió crítica cuando, en noviembre de 2020, los inquilinos recibieron una carta notificando la venta del edificio a una sociedad mercantil. Aunque inicialmente se prometió que las condiciones de los contratos de arrendamiento se mantendrían, pronto se hicieron evidentes las intenciones del nuevo propietario. En mayo de 2021, los residentes fueron informados de que debían desalojar el edificio debido a obras de rehabilitación. A pesar de las protestas de colectivos como ‘Veïnat En Perill d’Extinció’, muchos vecinos se vieron obligados a abandonar sus hogares, mientras que Susa decidió resistir.
La presión sobre Susa ha sido constante. A pesar de que su contrato de arrendamiento le otorgaba derechos hasta 2029, la empresa ha intentado forzar su salida mediante amenazas de desalojo y la realización de obras en el edificio que han hecho su vida insostenible. «No puedo más», dice Susa, quien ha soportado meses de ruidos y molestias, además de la angustia emocional que conlleva la incertidumbre sobre su futuro. La situación se ha vuelto tan insostenible que ha tenido que considerar aceptar una indemnización, aunque eso signifique dejar atrás su hogar.
La especulación inmobiliaria en Ciutat Vella no es un fenómeno nuevo, pero ha cobrado fuerza en los últimos años. La transformación del barrio, impulsada por la llegada de turistas y la demanda de alojamientos de lujo, ha llevado a un aumento en los precios de las viviendas y a la expulsión de los residentes de toda la vida. Este proceso ha generado un vacío en la comunidad, donde las relaciones vecinales se ven amenazadas por la llegada de nuevos propietarios que priorizan el beneficio económico sobre el bienestar social.
El caso de Susa es un reflejo de una lucha más amplia que enfrentan muchas comunidades en ciudades de todo el mundo. La gentrificación y la especulación inmobiliaria han llevado a un aumento en el número de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares, a menudo sin alternativas viables. La historia de Susa es un recordatorio de que detrás de cada número y cada estadística, hay vidas humanas que se ven afectadas por decisiones tomadas en oficinas lejanas.
Mientras tanto, el fondo de inversión que adquirió el edificio ha comenzado a vender las propiedades en el mercado inmobiliario, ofreciendo precios exorbitantes por viviendas que han sido despojadas de su historia y su comunidad. La situación de Susa es un llamado a la acción para todos aquellos que valoran la diversidad y la historia de los barrios. La lucha por la vivienda es una lucha por la dignidad, y es fundamental que se escuchen las voces de quienes han hecho de estos lugares su hogar.
La historia de Susa Plaza es solo una de muchas en Ciutat Vella, un barrio que se encuentra en la encrucijada entre la tradición y la modernidad. A medida que la presión sobre los residentes aumenta, es crucial que se tomen medidas para proteger a quienes han contribuido a la rica historia de la comunidad. La resistencia de Susa es un ejemplo de valentía y determinación, y su lucha es un recordatorio de que la vivienda es un derecho humano que debe ser defendido.