El pasado jueves, un incendio en un asentamiento ubicado en los terrenos del futuro Plan de Actuación Integrada (PAI) de Benimaclet generó gran preocupación entre los vecinos de la zona. Una densa columna de humo negro se alzó en el aire, visible desde varios puntos de València, lo que llevó a muchos a pensar que el fuego provenía de las fincas residenciales cercanas. Sin embargo, la realidad era que el incendio se había desatado en una chabola construida en los huertos ilegales del barrio, un área que ha experimentado un crecimiento descontrolado en los últimos años.
Los testimonios de los vecinos reflejan la angustia y el desasosiego que ha generado esta situación. Algunos vieron a un hombre llorando, lamentando la pérdida de sus pertenencias en el incendio. Este no es un incidente aislado; los residentes de Benimaclet han sido testigos de múltiples incendios en la zona, lo que ha incrementado la sensación de inseguridad y descontrol en el asentamiento. La asociación vecinal local ha señalado que el asentamiento ha crecido considerablemente, con más de 30 chabolas en la actualidad, y que la situación se ha deteriorado notablemente.
La historia de este asentamiento se remonta a los años noventa, cuando la constructora Urbem abandonó los terrenos que ahora forman parte del PAI de Metrovacesa. En ese momento, los vecinos comenzaron a ocupar trozos de suelo y a construir pequeñas barracas, lo que dio origen a un macroasentamiento que ha atraído a personas vulnerables y sin hogar. A medida que la población ha crecido, también lo ha hecho la acumulación de basura y plástico, lo que ha contribuido a la degradación del entorno.
La situación ha llevado a la asociación vecinal a alertar sobre el aumento del sinhogarismo y el colapso de los servicios sociales en València. Recientemente, un incidente alarmante ocurrió cuando la Policía Nacional detuvo a un hombre sin hogar que intentó quemar a otro en su chabola. Este tipo de eventos ha intensificado la preocupación entre los residentes, quienes ven cómo la degradación de los terrenos se utiliza como justificación para la construcción del PAI, que contempla la edificación de 1.345 viviendas.
Los vecinos han expresado su frustración, señalando que la promotora ha permitido que la situación se deteriore sin tomar medidas efectivas para controlar el asentamiento. A pesar de que Metrovacesa valló algunos solares que eran utilizados como aparcamientos, no se ha intervenido en las áreas más degradadas, lo que ha llevado a un aumento de la inseguridad y la insalubridad en la zona.
La comunidad de Benimaclet ha comenzado a organizarse, reuniendo más de 5.000 firmas en alegaciones al PAI, en un intento por frenar el avance de la urbanización y proteger su entorno. La lucha de los vecinos refleja una creciente preocupación por el futuro de su barrio y la necesidad de encontrar soluciones que aborden tanto la crisis habitacional como la degradación del entorno.
El incendio en Benimaclet no solo ha puesto de manifiesto la precariedad de la situación en el asentamiento, sino que también ha despertado un llamado a la acción entre los residentes y las organizaciones sociales. La comunidad está decidida a luchar por sus derechos y a buscar alternativas que permitan mejorar las condiciones de vida en la zona, sin sacrificar su identidad y su historia.
A medida que la ciudad de València enfrenta desafíos relacionados con el crecimiento urbano y la falta de vivienda asequible, el caso de Benimaclet se convierte en un ejemplo de las complejidades que surgen en la intersección entre desarrollo urbano y justicia social. Los vecinos de Benimaclet están en el centro de esta lucha, buscando no solo la protección de su hogar, sino también un futuro más justo y sostenible para todos.