El Mundial de atletismo en Tokio, que se celebrará en dos días, se encuentra en el centro de una controversia que ha captado la atención de atletas, científicos y aficionados al deporte. Este evento no solo es significativo por las competiciones que se llevarán a cabo, sino también por la reciente implementación de pruebas de sexo para las competidoras femeninas, una medida que ha generado un intenso debate ético y científico.
La nueva regulación, que entró en vigor el 1 de septiembre, exige que todas las atletas que deseen competir en la categoría femenina se sometan a pruebas genéticas para detectar la presencia del gen SRY, que se encuentra en el cromosoma Y y está relacionado con el desarrollo de características sexuales masculinas. Esta prueba, que se realiza a través de una muestra de sangre o saliva, es única y se mantiene durante toda la carrera deportiva de la atleta. Si se detecta el gen SRY, la atleta queda excluida de la categoría femenina, aunque puede competir en categorías masculinas o en eventos no puntuables.
### La Implementación de las Pruebas y sus Implicaciones
La implementación de estas pruebas ha sido recibida con una mezcla de aceptación y rechazo. Según Sebastian Coe, presidente de World Athletics, más del 95% de las atletas han completado las pruebas antes del Mundial. La organización ha asumido parte de los costos, cubriendo hasta 100 dólares por cada test, que fueron realizados por las federaciones nacionales. Sin embargo, la situación se complica en países como Francia y Noruega, donde las pruebas genéticas no médicas están prohibidas. Las atletas de estos países están siendo evaluadas directamente en Tokio, lo que ha generado preocupación sobre la equidad y la logística de la competición.
El caso del Mundial de boxeo, donde varias boxeadoras francesas fueron excluidas por no presentar las pruebas a tiempo, ha dejado una lección sobre la importancia de cumplir con los requisitos establecidos. En el boxeo, la justificación de estas pruebas se centra en la seguridad de las participantes, dado que se trata de un deporte de contacto. Sin embargo, en el atletismo, la discusión gira en torno a la equidad y la inclusión.
### Reacciones de Atletas y Expertos
La reacción de las atletas ha sido diversa. Algunas, como Malaika Mihambo, campeona olímpica alemana, han expresado su descontento, calificando las pruebas como «jurídicamente discutibles y éticamente delicadas». Nikki Hiltz, atleta estadounidense no binaria, también ha manifestado su preocupación por el precedente que se está estableciendo. Por otro lado, María Vicente, una atleta española que regresa a la competición tras una lesión, ha reflexionado sobre la complejidad de la situación. Vicente ha señalado que, aunque entiende la necesidad de proteger la categoría femenina, también es consciente de que las diferencias físicas pueden existir de manera natural entre las competidoras.
La comunidad científica no ha quedado al margen de este debate. Andrew Sinclair, quien descubrió el gen SRY, ha criticado la medida, argumentando que es «científicamente simplista» y que no se puede utilizar un solo gen como indicador del sexo biológico. Esta crítica resuena en un contexto donde la ciencia y el deporte deben encontrar un equilibrio entre la inclusión y la equidad.
World Athletics defiende su postura, afirmando que para competir en la categoría femenina a nivel de élite, es necesario ser biológicamente mujer. Sin embargo, esta afirmación ha sido cuestionada por muchos, quienes argumentan que la biología es más compleja y no puede ser reducida a una simple prueba genética.
El Mundial de Tokio no solo será una plataforma para que las atletas demuestren su talento, sino también un campo de pruebas para evaluar la efectividad y la aceptación de estas nuevas regulaciones. A medida que el evento se desarrolla, será crucial observar cómo se manejan las situaciones que surjan y cómo se adaptan las políticas en el futuro. La controversia en torno a las pruebas de sexo en el atletismo femenino es un reflejo de los desafíos más amplios que enfrenta el deporte en la actualidad, donde la inclusión, la equidad y la ciencia deben coexistir en un entorno competitivo.